La Señorita Serpentina



 La Señorita Serpentina
Este es el cuento de la Señorita Serpentina. Una mujer que ya había echado raíces en el puesto de trabajo que tenía desde hacía muchos años. Una mujer que te sonreía al verte, pero que detrás de esa sonrisa se ocultaba un poco de hambre por verte pasar un mal rato. 
Como dije, la Señorita Serpentina ya tenía raíces, por lo que si la querías encontrar, lo único que tenías que hacer era buscarla en su oficina. Pero cuidadito le caías mal y necesitabas un favor, porque iba a hacer lo que pudiera para darte un NO. ¿Y por qué? Pues, porque ella lo decía. 
Una mujer un tanto manipuladora, a la que le gustaba esconderse detrás de las faldas y pantalones de los jefes. Había desarrollado la característica de hacerse necesitar para hasta las cosas más mínimas e insignificantes y además había instalado ojos curiosos que pudieran funcionar cuando ella no estuviera mirando, por toda la oficina. Ojos saltones, que solamente eran acompañados de una boca para que le pudieran reportar, esos mismos ojos eran los que conformaban su pequeño gobierno, en donde ella se sentía poderosa. 
Pues resulta que la Señorita Serpentina, un día empezó a entrar en crisis, porque de repente empezaron a llegar nuevas mentes frescas, con ideas frescas y más jóvenes, a las cuáles no podía controlar. Se dio cuenta que no le gustaban los cambios, que en su época ella jamás fue una de esas personas “rebeldes” y que funcionaban por ideas propias, se dio cuenta que le encantaban las reglas, pero solo las que ella misma hacía. Y se dio cuenta que no estaba dispuesta a aceptar esos cambios que como una ola, se venían venir.
Y es que no toda la gente está hecha para pequeños puestos en donde puedan tener poder. Se deshumanizan y empiezan a usar las necesidades de las demás personas, para satisfacer sus intereses personales y vanidades. Así suele funcionar en un pequeño gobierno que se hace el ciego y deja bailar a todos en el jardín de la corrupción. 
Este estrés que le provocaba el ver mentes jóvenes con ideas frescas y revolucionarias se lo llevaba hasta a casa. Carecía de la chaqueta impermeable que algunas personas tienen, la cual se ponen al llegar al trabajo y permite no mezclar los asuntos personales con los profesionales. Pues a ella le gustaba hacer sopa con todo lo que podía. No le importaba a quien tenía que mojar con sus asuntos, con tal de obtener la satisfacción que buscaba. 
Y es que las personas como la Señorita Serpentina están en todos lados, como pequeños pulpos moviendo tentáculos para atraer cosas así ellas mismas. Las hay de todos los colores, cortes, razas y crecen en todos lados, se alimentan de corrupción, malas caras, chismes y acciones en donde puedan manipular.
No, el cuento de la Señorita Serpentina no acaba en donde ella es despedida o el karma le hace pagar sus malas acciones, ya que esto es la vida real y no un cuento de Disney, los finales felices no existen. 

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