Una tarde en un café
Creo que de una manera u otra aprendemos quienes somos realmente y luego vivimos con esa decisión. - Eleanor Roosvelt
El fin de semana conocí a
alguien.
Al principio creía que no sería
alguien importante en mi vida, pero me he sorprendido al descubrir que no puedo
vivir sin ella.
Estaba sentada en un café, jugaba
con la espuma de su capuccino con la mano derecha y al lado de la taza esperaba
un libro para ser leído. También vi una margarita solitaria sobre un pequeño
florero en el centro de la mesa, parecía hacerle compañía.
Desde donde yo estaba sentada
podía ver todo el escenario. El libro me atrajo mucho, el capuccino también,
pero me atraía más esa persona que estaba sentada sola frente a mí en un café. Por
lo que fue la excusa perfecta para hablarle y preguntar en qué pensaba. Quería
saber qué era lo que pensaba. Decidí dejar mi mesa y caminar hacia la suya.
-¡Hola!- Le dije un poco
nerviosa. Dar el primer paso siempre cuesta un poco. – Te vi desde mi mesa y
quise hablarte, además que tu libro me atrae mucho. – Levantó la cabeza y me
vio. Ojos oscuros, no se podía distinguir la pupila, tenía un pequeño lunar
redondo casi al final de su ceja izquierda, solo se podía ver si observabas
bien. Su nariz era pequeña y sus labios, parecían de esos que hablaban mucho,
minutos después me di cuenta que así era. Me sonrió y achinó un poco los ojos
al hacerlo, en el futuro seguro que serán las primeras arrugas que le salgan,
las famosas patas de gallo.
-¡Hola!- Me contestó. – Me gusta
leer y me gusta el café, pero hacerlo a la misma vez me cuesta un poco. Cada
vez que bebo un poco, me pierdo. ¿Te querés sentar? ¿Te gusta el café?- En
efecto, le gustaba hablar. Me senté y le dije que me encantaba el café,
especialmente su olor. – Lo tengo que tomar todas las mañanas, es un ritual que
le conviene a la gente que lo haga. – Le dije y se rio y me dijo que le pasaba
lo mismo.
Los minutos pasaron entre plática
y plática y entre risas. Estoy segura haber visto una lágrima asomarse,
resultado de algún recuerdo que estábamos compartiendo. Esos minutos se
volvieron horas en donde compartimos 2 tazas de café y el libro que esperaba
pacientemente a ser leído. Dejamos que los pensamientos volaran, hablamos de
nuestros planes a futuro, hablamos de nuestro pasado. Hablamos de dolor y hablamos
de amor. Nos permitimos soñar y plantearnos metas, decidimos tomarnos de la
mano y prometernos que lo más importante en ese momento era habernos encontrado
y que no nos íbamos a separar, éramos lo más importantes sobre la tierra y todo
lo demás no importaba mientras estuviéramos siempre juntas y nos amáramos.
La tarde había sido mágica, el
café y el libro habían sido deliciosos. Salí de ese lugar con una sonrisa en la
cara y con la mente hecha un universo después de haber compartido una plática
conmigo misma.
Hola, la pasión por el reencuentro personal,nada como oír como se detiene ese reloj...
ResponderEliminarGracias, buena noche, besos suculentos..
Gracias Vito, siempre tan fiel con tus comentarios :) siempre me animan mucho. Te mando un super abrazo. ¡Que descanses!
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