Con la mochila a los hombros por cinco días: Un relato de Santiago de Compostela - Palas de Rei
Pequeños momentos
En los últimos días no he podido dejar de recordar una tarde que en la que Jony y yo compartimos en un café de la Ciudad de Guatemala. Creo que fue porque en ese momento fui feliz y sentí que ese momento de mi vida era en donde tenía que estar, haciendo lo que me gustaba y con bonita compañía.
Guatemala, 2014 |
Esa tarde no importaba nada más que estar ahí. Esperando a que la
cantidad de carros bajara y las calles pudieran ser más transitables, mientras
hablábamos sobre proyectos que queríamos realizar juntos. Nada que pueda
parecer especial, hasta que lo vuelves un recuerdo que compartiste con alguien
importante que ya no está.
Día 2: De Porto Marin a Palas de Rei, 25 km
Estaba agotada y aún así no logré dormirme tan
rápido como quería. Mi compañero de la cama de abajo era un señor asiático que
le apodamos “Dios” porque casi nunca lo veías salir del hostal, lo alcanzabas
en el camino, lo dejabas atrás y de pronto cuando llegabas a tu destino, él ya
estaba ahí. Pues Dios, no dejó de roncar en toda la noche.
A pesar de no dormir bien, siempre encontrás
energías para levantarte al otro día y seguir tu camino. Con cada mañana, aprendes
a estar listo más rápido y hacer menos bulla para los peregrinos que quieren
quedarse en la cama un rato más. Antes de irme, cumplí con mi palabra de avisar
a Rubén, pero él apenas se movió y me dijo que necesitaba más tiempo.
Salí de Porto Marín a las 6:30 a.m., los colores de
la mañana le daban un toque mágico al pequeño pueblo al lado del río Miño. Yo
me sentía dichosa, contenta y alegre de poder presenciar algo tan bonito como
esa mañana. Estaba cargada de energía, a pesar de que sentía el camino del día
anterior en cada músculo de mi cuerpo. Ese día tenía que llegar hasta Palas de
Rei, pero esta vez no estaba preocupada por la hora, porque había
reservado una cama en un hostal.
Al pasar el puente de salida de Porto Marin, empecé con un camino hacia arriba, la mañana estaba fresca, pero sabía que iba a ser un largo día, además de caluroso. Mi plan era llegar a mi destino antes que empezara a calentar tanto el sol, ese día tocaba caminar 25 kilómetros, el señor del hostal en Porto Marin, me dijo que eran casi 26, uno o lo otro, era primera vez que caminaba esa distancia.
Cuando salí de Porto Marin decidí hacerlo sin desayunar, en el camino haría una pausa cuando empezara a darme hambre y cuando mi cuerpo empezara a pedirme cafeína. Con lo que no contaba es con hasta después de dos horas iba a encontrar un lugar en donde descansar y realmente desayunar. Pedí un bocata de jamón serrano y un café grande, la mayoría de gente hizo parada ahí. Claudia y Eva estaba saliendo de lugar cuando yo estaba llegando, poco tiempo después llegó Rafa y se sentó un rato en mi mesa, que yo ya estaba compartiendo con una peregrina japonesa que llevaba la casa encima. Su mochila era enorme y llevaba colgando de ella, hasta una taza de metal. Luego de desayunar, platicar un poco con Yuki, seguí mi camino.
Qué bueno que había comido bien porque después de
haber hecho esa parada, me esperaba una tremenda subida, en la cual tuve que
hacer algunas paradas. Habían muchos peregrinos que subían la misma pendiente
que yo, fuimos invadidos por algunas personas que esperaban con unas
alcancías para que le donáramos dinero. Escuché por ahí que eran gitanos. Al
llegar hasta el punto más alto, paré a observar el paisaje, era increíble, el
viento soplaba un poco y a pesar de estar cansada, me sentía especial de estar
ahí en ese momento.
El resto del camino fue tranquilo entre bosques
mágicos en donde encontré algunas vacas comiendo pasto, saludé a Daniel y Burga
en un arrollo mientras se hacían una foto. Cuando todos nos dirigimos hacia un
lugar, siempre nos volvemos a encontrar en el camino, lo mismo pasa con la ruta
hacia Santiago de Compostela. Te vas topando con los mismos peregrinos y de vez
en cuando uno que otro que no has visto, pero la mayor parte del tiempo se
comparte con la misma gente. La alegría es inevitable porque vas compartiendo
momentos, paisajes y hasta sufrimientos que logras crear lazos intensos en tan
poco tiempo.
A dos kilómetros de llegar a Palas de Rei, decidí
almorzar. Llevaba buen tiempo y no estaba preocupada por llegar, especialmente
porque mis pies dolían cada vez más. En Lestedo habían un albergue-bar en donde
hice la parada, no pudo faltar mi Estrella de Galicia. Muy fría. Mientras leía
un poco y disfrutaba de la comida, desde una mesa de enfrente un peregrino
brindó conmigo. Antes de seguir mi camino abri mi cuaderno de notas y escribí
sobre el “miedo” que sentía a hacer el camino, a estar sola conmigo misma
(físicamente, porque Jony estuve ahí todo el tiempo) y tener tiempo de pensar
en todo y en nada. Creo que tenemos mucho miedo a saber que al final solamente
somos nosotros mismos y que es posible sonreír a solas, disfrutar el tiempo a
solas y que a la misma vez somos nuestro peor enemigo y que nadie puede
destruirnos o amarnos más.
Esos últimos kilómetros los sentí eternos, pero
llegar al hostal en donde pasaría la noche, me sentí genial. Esa
noche iba a dormir muy bien, el lugar fue uno de los mejores lugares en los que dormí. Había mucha privacidad porque eran pequeñas capsulas que tenían
cortinas y podías aprovechar de dormir en bragas, como lo hice yo. Luego de
bañarme y de la siesta, bajé de la litera y me alegré
mucho al enterarme que era vecina de Rafa y de Yuki. Dios también estaba ahí.
Con Rafa decidimos caminar hacia el centro del
pueblo, buscar nuestro sello para la credencial y a las demás personas
del grupo. No nos llevó mucho tiempo encontrarlos, era un pueblo pequeño. Todos
juntos decidimos ir a una pulpería (ahí si venden pulpos, no como en las pulperías
de Nicaragua) y entre risas, historias y planes se nos fue el tiempo. Decidimos
hacer un pequeño grupo de WhatsApp y hacernos nuestra primera foto, creo que
nadie quería regresar a su lugar de descanso porque la estábamos pasando muy
bien y sabíamos que al siguiente día nos esperaba el camino más largo de todos.
Mi cuerpo estaba cansado, me dolían los hombros,
las piernas y los pies y a pesar que hacía un poco de calor, esa noche dormí
con una sonrisa en la cara y con un sentimiento de encontrarme en el lugar que
debía estar.
...Buen Camino
Nota: Todas las fotos fueron tomadas por mí, durante mis días en el Camino Francés.
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