Requiem


Disfruté tanto, tanto, cada parte, y gocé tanto, tanto, cada todo, que me duele algo menos cuando partes porque aquí te me quedas de algún modo. - Silvio Rodríguez

El cielo ganó una estrella aquella noche. Yo sentí que perdía un pedacito de mí con cada lágrima que caía en su nombre y cada suspiro que salía de mis pulmones. Físicamente había perdido un muy buen amigo, pero cuando los recuerdo de todas las cosas que habíamos vivido empezaron a invadir mi mente, me di cuenta que coincidir con él en esta época y en esta vida había sido un bonito regalo del universo. Con todas las personas que nos topamos en la vida tenemos algo que aprender. Construir momentos con alguien es magia, que no lo notas hasta que este se ha ido. 


Han sido unos primeros 3 días difíciles. Primero llegó esa llamada de una amiga, luego la negación de la noticia, -cabeza en blanco- no saber qué hacer, ¿qué podes hacer? Igual ya no hay nada que hacer. Llamadas, contactar a todas las personas que lo conocen, preguntar aquí, preguntar allá si es cierto, porque vas a buscar por todos los medios posibles que alguien te diga que no es cierto. Y finalmente llega el sí que no querías escuchar. –Sí Mar, lamentablemente es él.- 


Y luego una especie de bofetada en la cara y su risa escandalosa que se quedó totalmente grabada en mi cabeza. De todos los recuerdos, lo primero que se me vino fue su risa. Porque así era él, a pesar de los malos ratos que podía estar pasando, siempre reía y hacía reír a los demás. Era el alma del grupo, el amigo que te llegaba a salvar en los mejores momentos, el que te decía que ya iba en camino y todavía no había salido de casa, llegaba cuando ya todo había terminado, pero llegaba. 



Estos días el universo se ha dedicado totalmente a él. A dejar su esencia en el aire, en la mente de las personas que compartimos con él un rato de esta vida. Es increíble lo que vivimos juntos, no lo había notado hasta ahora que me he descubierto sonriendo por algún recuerdo. 


La vez que hicimos un road trip espontáneo, aquellos días bajo el sol entrenando en nuestro equipo de cheerleading, las veces que me llamaba para irse a dormir a mi casa en lo que esperaba “su próxima clase en la u” y al final no paraba yendo. Y el Tórtolo, le encantaba el Tórtolo, mi carro. Él llevaba un carro blanco, último modelo de alguna marca fresa, pero él prefería mi Chevy Joy, el Tórtolo. Bueno, ahora que se ha ido puedo contar también, que la primera vez que puse pie en un strip club fue con él, donde nos arrepentimos de pedir una bebida y haber dejado ese dinero con el que podríamos haber comprado un paquete de 12 cervezas….¡aaaah! Aquella época de estudiantes. 


No voy a negarlo, me he sentido triste y por momentos, me he sentido sin ninguna emoción para luego ponerme a llorar. Vuelvo a caer en negación y recuerdo la última vez que lo vi. Pasó a visitarme a mi apartamento, una semana antes que yo me fuera a California. Me había llamado de último momento que pasaría a verme porque tenía una noticia que compartir. – ¡Te vas a cagar! Tengo algo que contarte. Voy a tu casa. – Me dijo. Y mientras le preparaba un té, porque andaba un poco mocoso, con su forma tan peculiar de no tomar en serio las cosas serias me dijo – ¡Me caso!- 


Conociéndolo, sé que no le hubiera gustado que estuviera triste o que llorara. Pero a veces es inevitable, especialmente porque no quiero aceptar que su viaje en este mundo ha terminado y que todavía nos quedaban planes e ideas que cumplir. Como el viaje que veníamos posponiendo para hacer juntos el Camino de Santiago de Compostela. 


Es difícil aceptar que ya no estás, Jony. Pero quiero que sepas que cada momento con vos, fue increíble. Desde el viaje a México hasta tus historias de escaladas (aunque no entendiera ni papa de lo que decías). Desde tus tenis con deditos hasta la super mochila que te regresé llena de shampoo, lo siento, era para que oliera rico. Gracias por las veces que me levantaste los ánimos, me hiciste reír, compartiste tu comida conmigo y luego te comías la mía, porque era yo la que tenía que caber en ese uniforme. Gracias por creer que siempre iba a sacar mi mortal, gracias por haber sido mi base y quejarte que debía bajar de peso porque te iba a romper la espalda. Gracias por ser un amigo, un compañero de equipo, un consejero, un ser humano humilde y de gran corazón. Te voy a llevar siempre presente y voy a seguir recordando tu risa como si el último día que pasamos juntos, fuese ayer. Todavía nos queda un último viaje que hacer juntos, nos vemos en el Camino de Santiago de Compostela, amigo.  

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