¿Quién mató a Sofía?

"El miedo de Elvira. El miedo de Hortencia. El miedo de las mujeres que compartían la costumbre de hablar en voz baja. El miedo en sus voces..." - Dulce Chacón (La voz dormida, 2002) 



 
(Gustav Klimt)



Conocí a Sofía cuando yo tenía 17 y ella tenía 15. No íbamos a la misma secundaria, pero compartíamos algo en común: un chico. Su nombre no es importante.

Sofía vivía en un pueblo grande, no lo suficiente grande para considerarse una ciudad, pero tampoco ya no era solamente un pueblo, era un pueblo grande. Yo vivía en una ciudad de 5 millones de habitantes y por casualidad de la vida conocimos al mismo chico. Él tenía mi edad y yo creía estar enamorada de él, hacíamos planes juntos y casi que hablábamos todos los días. Cuando yo me gradué del colegio, se le ocurrió la grandiosa idea de proponerme mudarme con él y yo le dije que no, que quería ir a la universidad y además mis padres se iban a volver locos. En mi cabeza yo ya tenía hecha la idea de tener una carrera antes que todo lo demás. Como conmigo las cosas no funcionaron, supongo que decidió intentarlo con Sofía.

Con ella las cosas funcionaron mejor, se casaron y tuvieron una hija. Tengo que aceptar que cuando me enteré que estaban juntos, me sentí como toda chica de mi edad, mal. Por supuesto que me enojé y lloré un tiempo. La última vez que lo vi me comentó que las cosas no iban bien con Sofía y que sentía que había hecho malas elecciones, que ella era mala madre y un tanto infantil. Me dijo que le gustaba como yo me tomaba la vida, que me veía contenta y que sonreía mucho. Sí, de cierta forma estaba coqueteando conmigo, pero para mí la historia con él ya había acabado. Nunca más lo volví a ver y muy pocas veces me habló una que otra vez por las redes sociales o por mensajes de texto. 

Años después volví a ver a Sofía. En una foto que publicaron en todos los periódicos del país y junto a esa foto, unas cuantas palabras  que relataban que había sido encontrada muerta junto a un río de un terreno baldío y que el principal sospechoso era su “ex y futuro esposo”. Mi corazón quiso salirse del pecho y tuve la sensación de querer vomitar. Después de dar unas cuantas vueltas por la sala, tomé el celular y llamé a mi mejor amiga. Mientras le contaba lo que acababa de leer, me puse a llorar y le dije: Me siento egoísta ¿Te imaginas si hubiera sido yo? Creo que tengo miedo. Trató de tranquilizarme y me dijo que lo bloqueara de todos los lados posibles. 
Sofía siguió aparenciéndose en todos lados. En cada una de las demás Sofías que habían sido encontradas muertas, en bolsas de plástico, desmembradas, violadas y golpeadas. En cada estadística nueva que salía en los famosos estudios sobre feminicidio. La historia de Sofía seguía repitiéndose en todos los países del mundo, desarrollados y en vías de desarrollo. Seguía estando ahí, en los ojos de las víctimas y en la sangre que quedaba en las manos de sus asesinos.

Y hace unos días Sofía regresó a mi vida. Por curiosidad decidí buscar noticias sobre el desarrollo del caso y en efecto, a él le han dado 36 años de prisión porque fue encontrado culpable de haberle quitado los sueños, los planes, las ilusiones y la vida a Sofía. Por haberle arrebatado el primer día de colegio de su hija, los primeros cinco cumpleaños, los primeros tropiezos en la vida y hasta la complicidad del primer beso. Le había arrebatado todas las primeras veces de todo de su hija, su hija que ahora quedaba huérfana y que llevará una carga emocional y psicológica el resto de su vida.  

La sensación de nauseas regresaron y junto con ellas el miedo que sentí esa noche al enterarme que una persona a quien conocí poco y que por un momento en mi vida, le tuve un poco de celos, estaba muerta. ¿Por qué miedo? Porque tal vez esa vez me libré de ser yo Sofía, pero no borra la idea negativa de mi cabeza, que por burlas del destino, me toque toparme con alguien igual a él. Tengo miedo de querer a alguien y que ese alguien me deje moretes en la piel, como él se los dejaba a ella.

Y es que pareciera que todas nacemos y venimos a sufrir las heridas de Sofía. Algunas huimos, nos salvados y lo superamos, pensamos estar seguras y de pronto puede ser que en cualquier esquina pueda aparecer él y hacer con nuestro cuerpo y mente lo que se ronque en gana. No lo estoy invocando, es solamente el miedo que invade mi cuerpo saber que ella ya no está y que le han quitado el derecho a vivir y morir de forma digna. Es el miedo de ser una cifra más en las estadísticas conformadas por todas las Sofías que mueren en manos de alguien, a quien le confían tanto la vida que, se las paran arrebatando con un disparo.

Comentarios

  1. Espero que solo sea un relato lo que acabo de leer. Uf, qué tremendo tiene que ser lo que narras.
    Una cosa: dices que se casaro,pero después dices que el sospechoso era su futuro esposo. Y después otra vez indicas que están casados.
    En todo caso,me ha gustado leerte.
    Un abrazote.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Sue!
      Que buena observación. De hecho, es una historia real y me pasó. No sé si llamarle suerte para mí o muy muy mala suerte para ella. Se casaron y se divrociaron y él le volvió a pedir que se casaran. Entonces sí, fue un enrredo que al final no terminó para nada bien. Lo único que fue cambiado, fue el nombre de la chica.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Let me tell you a story called Sexual Street Harassment

El hada que fue besada por los pixies

No estoy sola, estoy conmigo misma